viernes, 10 de junio de 2011

Y se lo llevó el viento

A Mitos, a Marc, a mi amigo...

El sol lo abarcó todo. De golpe, sin precalentamiento alguno. Casi pudo sentir como la luz le apretaba hacia un lado para tener más sitio. Poco después, el suelo se inclinó y salió despedido violentamente hacia el exterior.

El desconcierto inicial fue relevado por una sensación de sosiego y paz. Ante él lucía el esplendor de la naturaleza. El mar; esa milagrosa extensión de agua que cubre las cenizas de un fuego casi fatuo, reflejando el quemar del astro que le regala la vida en su piel.

No podían faltar sus más arraigados acompañantes, los innumerables peñascos esculpidos por los caprichos de la erosión. Tampoco las inherentes cagadas de gaviota. No es que ayudaran a la belleza del total, pero indicaban un buen estado de salud de la fauna autóctona...

Se sentía ligero, asombrosamente ligero. El viento le empujaba hacia un lado y hacia otro, pero sin "aspasuyos". Se trataba de una suave brisa que le llevaba mar adentro sin prisa pero sin pausas. Sin tener la certeza de que fuera real, no cabía ninguna duda de que estaba volando.

Su percepción del tiempo había cambiado. No era capaz de sentir que se le hiciera largo, ni corto. Parecía privado de sentir el pasar del tiempo, pero sin embargo percibía cuándo anochecía y se hacía de día. Pudo ver al astro bajando al sótano en muchas ocasiones antes de volver a ver tierra.

Cruzó varios prados, campos, praderas y campillos, hasta llegar a zonas habitadas. Pudo sentir de cerca la tristeza y el dolor que desprendía la atmósfera de las ciudades. Se manchó de soledad mientras sobrevolaba innumerables cabezas aglutinadas, la avaricia y la codicia impregnadas en el ambiente le enfriaron el alma. Pero también sintió amor, sueños y esperanzas; aunque en clara desventaja.

Sin saber cómo ni por qué, un hormigueo muy intenso se apoderó de él. Podía sentir cómo se le impregnaban malas vibraciones y sentimientos por un instante, y en el siguiente le seguía unas agradables cosquillas, y la sensación como si de él emanara la energía inicial, limpia y renovada. Era un filtro. Un filtro de malestar.

Pasó tiempo indefinido sintiendo esa sensación extraña, pero agradable. Se sentía a gusto con su propia esencia, mientras se dejaba llevar por el viento, filtrando cualquier ápice de malicia y miseria que se cruzara en su camino.

Sin previo aviso ni promoción, el cielo dejó caer su gris telón sobre su aireada estancia. Comenzaron a precipitarse gotas rendidas a los encantos de la gravedad, algunas cerca, otras muy cerca y algunas incluso rozándole. Aumentó la intensidad, y una inmensa gota le cayó encima, arrastrándolo hacia la tierra. El brusco aterrizaje se produjo en la arena que rodeaba un enclenque rosal silvestre con poca esperanza de vida, en estado de crecimiento y en pésimas condiciones de salud. La lluvia cesó inmediatamente después del impacto contra el suelo, como si ya hubiera cometido su función. La vista se nubló, y todo se hizo oscuro. Se sintió tranquilo y en paz, y su conciencia quedó suspendida en ese gran desconocido compañero de aventuras: el tiempo.

Y aunque él nunca lo supo, para entonces ya ceniza fue arrojado de la urna para terminar nutriendo aquel rosal moribundo. Como por arte de magia, el rosal agarró fuerzas y extendió sus raíces decididas en los cauces de la tierra, seca y árida hasta entonces. Con una pizca de su ceniza bastó para hacer de aquel agónico vegetal, el rosal más bonito y vigoroso que nunca hayáis visto, floreciendo incluso en pleno invierno.

Ese rosal no desprendía solamente aroma, que también; desprendía una cálida esencia de humanidad. La misma con la que nos impregnó en vida a todos los que tuvimos la suerte de compartirla con él.

Nunca te olvidaremos Mitos.
Que lo que el cáncer te quitó,
te lo dé otra absurda vida más allá...